A
través de los años he podido percatarme de cierto desinterés que tiene un joven
normal en conocerse a sí mismo. Cuestión que pensando detenidamente encuentro
de lo más perturbadora. La característica principal de la mayoría de las
personas es seguir a alguien más. Por mucho que dispongas el pensar que eres
único e irrepetible la realidad es que con el paso del tiempo los seres humanos
nos alejamos cada día más y más de un concepto tan bizarro como la
individualidad pura.
¿Tienes
la culpa de ello?
Sí y
no, claro está.
El
efecto es parcial y sutil a lo largo de los años. Inicia en el momento en que
los padres reconocen que su vástago es capaz de aprender de manera rápida y
clara cualquier cosa que perciba. Pero es aquí, cuando se presenta un interesante
rasgo que pocas veces y solo en algunos hogares se mantiene durante la
formación de dicho mozalbete. La percepción individual.
Pensemos
por un momento en ese niño educado que mantiene la boca cerrada en casi todo
momento. No grita, no patalea ni se arroja al suelo haciendo una rabieta, a diferencia del pequeño vecino de un par de casas a lado. Es el orgullo y, por supuesto, materia de
presunción por parte de sus progenitores.
“Mira
que bien educado está”
Es
cierto, una auténtica lindura y un agradecimiento singular al viajar en transporte
público. Pero, ¿qué es lo que pasa cuando ese pequeño comienza a ser consciente
(por que inevitablemente lo hará) de sí mismo y de su naturaleza individual?
Simple.
En la mayoría de los casos dicha parte comienza a ser reprimida. Obliterada por
los gustos y percepciones que hombres y mujeres ancestrales colocaron en la
mente de la sociedad. Algo que es diferente, es raro y tiene que ser juzgado.
La
idea clásica del niño que comienza a apreciar el baseball, o “dios no lo quiera
compadre” algún tipo de danza que no contenga música de banda como
acompañamiento será irremediablemente asesinado por los más famosos patrones
repetitivos de nuestra bella sociedad: Playeras deportivas con logos de
cervecerías, ideales machistas o peor, títulos universitarios.
El único
consuelo que nos queda es que en aquellos casos en donde este tipo de
negligencia con matiz de ingenuidad no ocurra, muy seguramente con la ayuda de
mucha suerte y tal vez un poco de amor propio una persona única salga adelante.
Certeza
de fidelidad individual, carencia inherente de la humanidad.
Rab Araujo
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