miércoles, 13 de mayo de 2015

Certeza

A través de los años he podido percatarme de cierto desinterés que tiene un joven normal en conocerse a sí mismo. Cuestión que pensando detenidamente encuentro de lo más perturbadora. La característica principal de la mayoría de las personas es seguir a alguien más. Por mucho que dispongas el pensar que eres único e irrepetible la realidad es que con el paso del tiempo los seres humanos nos alejamos cada día más y más de un concepto tan bizarro como la individualidad pura.

¿Tienes la culpa de ello?
Sí y no, claro está.

El efecto es parcial y sutil a lo largo de los años. Inicia en el momento en que los padres reconocen que su vástago es capaz de aprender de manera rápida y clara cualquier cosa que perciba. Pero es aquí, cuando se presenta un interesante rasgo que pocas veces y solo en algunos hogares se mantiene durante la formación de dicho mozalbete. La percepción individual.

Pensemos por un momento en ese niño educado que mantiene la boca cerrada en casi todo momento. No grita, no patalea ni se arroja al suelo haciendo una rabieta, a diferencia del pequeño vecino de un par de casas a lado. Es el orgullo y, por supuesto, materia de presunción por parte de sus progenitores.

“Mira que bien educado está”

Es cierto, una auténtica lindura y un agradecimiento singular al viajar en transporte público. Pero, ¿qué es lo que pasa cuando ese pequeño comienza a ser consciente (por que inevitablemente lo hará) de sí mismo y de su naturaleza individual?

Simple. En la mayoría de los casos dicha parte comienza a ser reprimida. Obliterada por los gustos y percepciones que hombres y mujeres ancestrales colocaron en la mente de la sociedad. Algo que es diferente, es raro y tiene que ser juzgado.

La idea clásica del niño que comienza a apreciar el baseball, o “dios no lo quiera compadre” algún tipo de danza que no contenga música de banda como acompañamiento será irremediablemente asesinado por los más famosos patrones repetitivos de nuestra bella sociedad: Playeras deportivas con logos de cervecerías, ideales machistas o peor, títulos universitarios.

El único consuelo que nos queda es que en aquellos casos en donde este tipo de negligencia con matiz de ingenuidad no ocurra, muy seguramente con la ayuda de mucha suerte y tal vez un poco de amor propio una persona única salga adelante.

Certeza de fidelidad individual, carencia inherente de la humanidad.

Rab Araujo

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